Hay cosas que en su momento, podemos decir que parecían una buena idea. Sin duda, cuando las mentes pensantes de Facebook crean Beacon, no piensan que eso va a provocar oleadas de protestas, mala prensa, acusaciones de falta de respeto por la privacidad de los usuarios, e incluso bajas en el servicio. Por eso, tan importante como desarrollar un nuevo servicio, es aprovechar el inmediatofeedback que proporciona la red para dar marcha atrás o corregir el tiro cuando es preciso, evitando así males mayores.
Esto mismo es lo que Google no está sabiendo hacer con Google Reader Share with Friends. Algo que inicialmente parecía una buena idea, permitir que tus amigos en GMail o Google Talk puedan ver tus suscripciones en Google Reader (y viceversa), que se convierte, debido a la ausencia total de sistemas de control en el lado del usuario, en un infierno de reclamaciones no atendidas, protestas y bajas en uno de los servicios de más crecimiento de Google. El tema está ya en sitios como Slashdot o TechCrunch, y sobre todo, en un interminable listado de airadas protestas en el foro de ayuda de Google Reader.
¿Dónde la ha liado Google? Simplemente, en el no ofrecer mecanismos de control sobre los datos del usuario. Sin duda, Google Talk es una buena herramienta, pero adolece de una cierta falta de control: en muchas ocasiones, aparecen contactos que simplemente están ahí porque has cruzado algunos e-mails con ellos, personas que son autorizadas para pasar del síncrono al asíncrono sin que aparentemente te hayan pedido permiso para ello. Además, en el listado de contactos de GMail o Google Talk puede haber personas de todo tipo, y no necesariamente con todas ellas te apetece compartir tus suscripciones de Google Reader. Las suscripciones que lees pueden revelar muchas cosas de ti mismo, desde tus intereses hasta tus tendencias políticas, y son en muchos casos un dato de ti mismo que deseas controlar. Para muchos usuarios de Google Reader, el Share with Friends se está convirtiendo directamente en una razón para abandonar el servicio.
La lección es clara: hubo una época en la que el usuario aceptada sin problemas perder el control sobre algunos de sus datos, a cambio probablemente de algún tipo de servicios que valoraba sobremanera. Ya no es así. En la Web 2.0, el usuario exige control sobre todo aquello que se haga con sus datos, incluyendo por supuesto algo tan sensible como con quién se comparten. Incumplir esa regla implica aumentar la cota de impopularidad. Google ha llegado con una idea, la ha impuesto directamente a los usuarios de una manera increíblemente desconsiderada (aparece directamente un día cuando entras en tu Google Reader, y ves ya en el fondo cómo se está llevando a cabo sin tu permiso), y no ha permitido prácticamente control sobre dicha función: la única manera de evitar la compartición es eliminar las suscripciones de la carpeta principal, y pasarlas a ocultas.
En realidad, la función no difiere demasiado de lo que otros lectores de feeds hacen: cualquiera puede entrar en Bloglines y ver cuáles son mis suscripciones públicas. Pero esto ha sido así desde el principio del servicio, no corresponde a ningún cambio de política, y sobre todo, no es tan directo como que de repente tus amigos (o ni siquiera amigos, sino simplemente contactos) puedan ver dichas suscripciones sin previo aviso. Es más un problema del cómo se hace, no tanto del qué se hace. Si unimos a ésto una escasa sensibilidad en un tema tan crítico para Google como la privacidad, y unas respuestas categóricas y decepcionantes a los comentarios y protestas, el tema se termina de liar, y acaba derivando en un problema.
Por el momento, el servicio está definido como “experimental”. Veremos que acaba haciendo Google con él.
de Edans
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