lunes, 25 de mayo de 2009

Adiós a 134 años de total entrega

Un recorrido por la historia de las Hermanitas de los Pobres, congregación que llegó a Jerez en 1875

Recientemente la congregación de las Hermanitas de los Pobres, que llegaron a Jerez en julio de 1875, anunció que se ven obligadas a abandonar próximamente (no saben aún la fecha exacta) su casa de la calle Domecq 4, donde han venido dedicándose a la atención de los ancianos, debido, entre otros factores, "a la falta de vocaciones religiosas" según confirmó la superiora, la hermana Rosa María. Los 26 ancianos que estaban a su cuidado hace un año han sido distribuidos en las residencias que tiene la congregación en otras localidades como El Puerto, Sevilla, Ronda, Antequera y Murcia. Las ocho religiosas también tienen ya nuevos destinos, aunque, según han confirmado desde la congregación, no quieren cerrar en absoluto la puerta a una posible vuelta a Jerez "cuando cambien las circunstancias.

Fue la beata Juana Jugán quien en 1839 fundó esta orden en la localidad francesa de Saint Servan, ciudad cercana a Cancale. Allí, una tarde de invierno, descubre una anciana ciega y paralizada, víctima de la soledad. La coge en sus brazos y le da su cama. Otra seguirá, después una tercera... y nace así la congregación de las Hermanitas de los Pobres.

Según explica el jerezano Antonio Soto, jerezano responsable de la Fundación Juana Jugan, "fue en junio de 1874 cuando el párroco de la Colegial, Juan Sancho, pidió la fundación de la casa de Jerez, pero hasta el 9 de julio de 1.875 no pudieron instalarse en una casa de la calle La Liebre, con capacidad para cuarenta ancianos". Las fundadoras fueron Sor Sainte Téhérese, nombrada superiora, y tres hermanitas más.

"No tenían sillas donde sentarse, ni camas, ni vajilla -explica Antonio Soto-, pero confiaron en la Providencia que no tardó en venir en su ayuda". Así fue: Pronto unos bienhechores enterados de su presencia en Jerez para cuidar a los ancianos, les llevaron alguna ropa de cama, un jergón y alguna vajilla, poca cosa, pero todo necesario para empezar. Las hermanitas, como no tenían colchón, se acostaban en una estera de paja, pero las cosas fueron mejorando poco a poco: El padre rector de los jesuitas envió a dos hermanos coadjutores, con varias camas y lo necesario para vestirlas, y luego bienhechores jerezanos fueron llevando a las hermanitas muebles, ropa, alimentos, camas...

El 19 de marzo 1.875 reciben a la primera anciana que vivía sola. La llevó hasta allí un matrimonio que conocía su situación de abandono. La anciana se llamaba María, y quince días más tarde eran ya veinte los ancianos acogidos.

Se comenzó una colecta; el alcalde se interesó por ellas y dio orden de que se les respetara y que todo el pueblo colaborara en esta obra. Así fueron 'lloviendo' los donativos, algunos en efectivo y otros en especie.

Los señores Rivero les ofrecieron lo necesario para vestir completamente a algunos ancianos... "y cuentan que estos ancianos, cuando salían los domingos para ir a misa, no querían abrocharse las chaquetas para poder lucir mejor sus bonitas camisas... La gente, asomada al balcón decía: ¡qué guapos van!"

Los víveres llegaban de todas partes, y no faltó ni un burrito ofrecido por Manuel González, suegro del señor Rivero. La familia siguió aumentando, así que las superioras enviaron a Jerez a otras dos dermanitas. "Decidieron entonces presentarse al arzobispo de Sevilla -explica Antonio Soto- y al mismo tiempo visitar al cónsul francés que residía en Sevilla". Habían pasado seis meses desde la llegada de las Hermanitas y todavía no tenían al Santísimo Sacramento reservado en la casa. No tenían capilla. Entonces fueron a ver al arcipreste para pedirle su ayuda y éste les prometió lo necesario para preparar dicha capilla. Esta pudo ser bendecida, por el mismo arcipreste, el 28 de agosto. La fundación fue prosperando y pronto tuvieron capellán, un padre agustino, un médico, el doctor Benítez, un farmacéutico, y hasta un peluquero, todos ellos voluntarios, y el alcalde dio por escrito el permiso para la colecta.

Pero la casa se quedó pronto pequeña y ya no cabían los ancianos. Enterada de la buena labor de las Hermanitas de los Pobres, la señora Domecq se ofreció para ayudarlas. Le comentaron la necesidad de otra casa mas grande y ella les dijo que, más que una casa, convendría un terreno y poder construir según las necesidades de los ancianos.

Así, hace ahora unos 130 años, en unos terrenos cedidos por bienhechores, la familia Domecq construye la actual casa de Las Hermanitas de los Pobres en las afueras de Jerez, por la Estancia Barrera, en la que hoy se llama calle Domecq, en el número 4. El otro ángulo de la calle se llama calle Juana Jugán, construcción que se hace coincidir con la del palacio Domecq en la alameda de Cristina.

El sacerdote Ignacio Gaztelu Pastor ofició el día 25 del pasado mes de abril una Eucaristía de despedida, pero las hermanas, mejor que adiós, prefieren decir un "hasta pronto", porque aún confían en que un día podrán volver.

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