PIDIENDO disculpas por el pie de foto de nuestro anterior artículo, en el que los duendes de la imprenta nos jugaron una mala pasada, repitiendo el de la foto de la semana anterior por el que habíamos redactado en esta ocasión, nos disponemos a proseguir curioseando entre la publicidad bodeguera de finales del XIX, trayendo aquí memoria del escogido almacenado de cosechas de viñas propias que poseía el acaudalado vinatero José Oronoz, quien gozaba de gran inteligencia, educada en esta clase de negocios, y un merecido prestigio personal que avalaban su firma bodeguera, establecida en cómodos locales de la calle Collantes, número 3, donde tenía los escritorios y sus bodegas de exportación.
Por otro lado, en la calle Cartuja, números 2 y 5, se ubicaba otro gran establecimiento bodeguero, digno de ser visitado, pues tenía fama de ser el que más vino exportaba a los países americanos, especialmente a la república mexicana, el cual era propiedad de la firma Juan Carrasco y Hermanos. En sus naves bodegueras disponían de talleres propios de tonelería, aparatos destiladores de bebidas espirituosas, escritorios y otras dependencias.
Y ahora hemos de referirnos a otra casa fundada en 1830 por Alejandro Webber, que posteriormente regentaría su yerno Juan P. Marks, quien construyó de nueva planta las espaciosas bodegas que poseía en la calle Pizarro, números 10 y 12, y que posteriormente, en el siglo XX, pasarían a denominarse como Bodegas Sandeman.
Por fallecimiento del fundador señor Webber, su hijo político formó sociedad con R. Bros, continuando unidas las operaciones hasta que, en 1893, se extinguió aquella razón social, quedando constituida la nueva firma de J. P. Marks, la cual se dedicaba a la exportación en gran escala, contando con representantes de sus excelentes vinos, en numerosos países del mundo.
A la casa Manuel Fernández, posteriormente conocida por Bobadilla, en calle Cristal, le bastaron muy pocos años del siglo XIX para llegar por sus propios méritos a figurar entre las primeras sostenedoras del crédito y de la cuantía de la exportación jerezana, figurando entre sus mejores marcas la Solera Fernández de 1809, Solera J.J. López, Solera Pedro López Ruiz - nombre de un alcalde que fue bodeguero y tiene una calle entre las de las Bodegas y Doña Blanca - su exquisito Amontillado Mazzantini, su Macharnudo Victoria y el no menos renombrado cognacEspaña, más tarde universalmente conocido como 'Coñac 103'.
Esta empresa vinatera ocupaba los magníficos locales de las bodegas 'La Merced', en la calle Cristal 4, con amplios jardines y arboleda, a la entrada de los mismos, estratégicamente situados junto al apartadero del ferrocarril bodeguero, cuya línea solía utilizar para el considerable tráfico de su negocio de exportación en países de Europa y América. Y otra empresa que fue muy conocida en el XIX giraba a nombre de Manuel Gamboa Ramírez, inteligente conocedor del negocio de vinos, en todas sus facetas, y poseedor de grandes y excelentes existencias de caldos jerezanos, con numerosa clientela en los mercados extranjeros, especialmente en Inglaterra, donde gozaba del mayor crédito. Esta casa exportaba, además, en grandes partidas, uvas preparadas para su conservación durante largo tiempo. Su sede radicaba en una hermosa finca a la entrada del Camino de Espera, en cuyo recinto poseía viñedo, recreo, bodegas y demás dependencias de su negocio de extracción.
El Néctar D. Pedro y el Amontillado Selecto eran dos de las principales marcas de la firma P. Díaz López y Cª, cuyo heredero, el fundador de esta casa, de parte muy valiosa del selecto almacenado de vinos que poseía Celestino Díaz Villegas, al emprender el negocio de exportación, contaba con la mejor materia prima para perseverar en el mismo. También poseía un acreditado buen nombre mercantil la casa Robertson Bros & Cº, situada en el antiguo Paseo de las Delicias, donde tenía sus grandes bodegas, escritorios, casa de lagares y demás dependencias propias del negocio de vinos.
Por otra parte, fundada en 1885, la casa vinatera Perié y R. Barreto, dedicada en exclusiva a vender sus productos en los mercados españoles y franceses, poseía sus bodegas y oficinas en la plaza de los Santos, núm. 1, tras el templo parroquial de San Miguel. Esta casa, que en principio se había denominado Perié y Cª, había recibido un gran impulso, al fomentar sus ventas la asociación que su propietario y fundador llevó a cabo con la firma R. Barreto.
"Es natural que existiendo en Jerez la materia prima más excelente conocida en bebidas alcohólicas, no fuera exclusivo el florecimiento del negocio vinatero, sino que la industria utilizara tan valioso factor para hacer una honrosa y lucrativa especulación de los aguardientes y licores producidos por el alcohol vínico"
Esto decía el historiador de finales del XIX, Miguel de Bustamante y Pina, quien añadía informativamente, al respecto:
"Entre los diferentes establecimientos industriales que en dicho ramo han alcanzado mayor auge, descuella la fábrica denominada 'La Fama Jerezana', cuyo propietario D. Justo Martínez y Díaz de la Peña puede envanecerse de ofrecer productos universalmente elogiados por su pureza y por su exquisita elaboración. Cimentó sólidamente el prestigio de esta casa, su fundador D. Onofre de Serdio y Díaz, a cuyos trabajos coadyuvó muchos años el Sr. Martínez y García de la Peña, y lo mismo bajo la dirección de aquél, que ahora regida por su actual propietario, 'La Fama Jerezana' responde a su nombre, ofreciendo a los mercados consumidores marcas que, como las especialidades Aguardiente Anís de la O, Ginebra Aromática Española y Ponche-Rom, salen triunfantes de todas las competencias con los productos similares."
Y añadía el citado investigador: "El crédito de estas especialidades es inmenso y merecido, y lo atestiguan las medallas de oro con que han sido premiadas en las Exposiciones Universales de Barcelona y París y en la de Burdeos de 1895, donde figuró el Ponche-Rom en primer lugar, entre los demás productos similares propuestos para tan alta distinción. La inteligencia, laboriosidad y honradez del Sr. Martínez y García de la Peña, son garantía segura de que esta casa logrará el brillante porvenir que merece la selección de los productos que constituyen su comercio".
No obstante asegurársele tan brillante porvenir, la citada fábrica de aguardientes y licores 'La Fama Jerezana' desaparecería a principios del pasado siglo XX; y uno de sus herederos, Justo Martínez, abriría una bien surtida papelería en la calle Algarve, esquina a la de los Remedios que, durante muchos años de mediados del siglo, figuraría como propiedad de las Hijas de Justo Martínez, hasta que cerró sus puertas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario