domingo, 8 de agosto de 2010

Agosto




Hay como un vacío. Y el pensamiento de que no es posible que yo esté todavía aquí, en esta ciudad vacía. Queda poco para irme, pero los días se alargan en un devaneo que parece no tener fin. Cuento las horas. Y los papeles pendientes, que revolotean alrededor del ordenador y del teléfono. Libros por todos lados, que van señalando el paso del tiempo hacia algo mucho mejor. Cuento el tiempo por palabras. Y las palabras a veces bailan en los prolegómenos de un posible cuento. Van a pensar que no estoy muy cuerdo, pero también las palabras forman la figura de un ventilador que gira en multitud de significados. Durante la lectura bajan los grados centígrados por un simple proceso de concentración. Y de ilusión.
Pero no todo es lectura. La agenda, los emails, la familia… Dentro de cada persona hay una preocupación. Algunos me lo dicen, otros no. Y miro a los ojos, intentando ayudar o queriendo descubrir esa fisura por donde se asoma el alma. Queda poco para comenzar las vacaciones. Necesito paisajes nuevos, una nueva perspectiva para descubrir un matiz distinto de la luz. Necesito pedalear por caminos de tierra, llenarme de polvo, esquivar las piedras de la memoria. Necesito ver para ser, para creer que el corazón del hombre no es sólo de asfalto y tedio. Aspirando la nieve tan blanca de esa luz que amanece en el silencio de la brisa, o en las olas.

En realidad, casi siempre el sueño de las vacaciones es reflejo de los recuerdos de nuestra infancia. Quisiéramos algo así, con las mismas tonalidades de color, con ese tiempo que se estira hasta la raíz del cariño de los que amamos. Agosto es la playa, las agujeros en la arena, las olas en los pies de tu madre, las conchas multicolores de aquellos días que conservas en el cajón de la entrada. Es la casa verde de Fuentes Claras, donde los poemas se desparraman por los rincones de una soledad inspirada. Agosto es el olor de las plantas recién regadas, es el frontón, es el pozo, es la bicicleta que pedalea hasta el atardecer, es el jardín encalado de un resplandor blanco, son los poemas de Luis Rosales o Leopoldo Panero ("vivir desde siempre a siempre"), es la torre donde las palomas dibujan el misterio de tu felicidad, que quizá comienza a volar un poco.

Lo mejor de todo son los sueños. Y estas maletas cargadas de libros que descansan a mi lado. Y el helado de chocolate con fresa. Tal vez agosto sea sólo eso: un sauce, un libro y un helado. Las ramas que salpican de hojas las páginas del libro. La luz que entrelaza tu alma a las ramas del árbol.

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