jueves, 16 de abril de 2009

El Jerez, con los cinco sentidos

Vista, olfato, tacto, gusto e incluso oído juegan un papel esencial en la cata de un vino; le invitamos a descubrir matices, aromas , sabores y colores, un placer para los sentidos

Catar un vino no es simplemente beberlo: es analizarlo con todos nuestros sentidos. Debemos prestar atención a las sensaciones percibidas, a su evolución y persistencia, intentando después describirlas, interpretarlas y recordarlas. Vista, olfato, tacto, gusto e incluso oído, serán nuestras vías de aproximación sensorial a los Vinos de Jerez, unos vinos que, como pocos en el mundo, ofrecen una extraordinaria variedad de matices organolépticos que a continuación les damos a conocer. El Fino es un vino de un brillante color amarillo pajizo a dorado pálido. De aromas punzantes y delicados, con ligeros recuerdos almendrados y no- tas de masa fresca de pan y hierbas del campo. Al paladar es muy seco, delicado y ligero. En el postgusto vuelven los recuerdos almendrados, dejando una agradable sensación de frescor. En el aroma de la Manzanilla encontraremos además notas florales que recuerdan a la camomila, recuerdos almendrados y aromas de panadería. El Amontillado es un vino de un elegante color topacio a ámbar. Su aroma es sutil y delicado, con una base etérea suavizada por aromas de avellanas, y vegetales que recuerdan a hierbas aromáticas y tabaco negro. Presenta una entrada en boca amable y una acidez equilibrada; su desarrollo resulta complejo y sugerente, destacando un final seco y un post-gusto prolongado en el que retornan las notas de frutos secos y madera envinada.

Es el Oloroso de color ámbar a caoba, más oscuro cuanto más prolongada sea su crianza. Sus aromas son cálidos y redondos, y como su nombre indica son complejos y potentes. Con pronunciados aromas a frutos secos de cáscara, como la nuez, notas tostadas, vegetales y balsámicas que recuerdan la madera noble, el tabaco rubio y la hojarasca seca. Se pueden apreciar notas especiadas y animales que recuerdan a trufa y a cuero. En boca son vinos sabrosos y muy estructurados. Potentes, redondos y con mucho cuerpo. Su contenido en glicerina hace que sean suaves al paladar. Tienen larga permanencia en boca y complejidad. El Jerez Médium (de color ámbar a castaño oscuro) brinda aromas licorosos con notas propias del amontillado e inclusiones suavemente dulzonas como de bollería, dulce de membrillo o manzana asada. En boca presenta una entrada ligeramente seca que se va tornando dulce para terminar con un postgusto vaporoso y suave. El Cream, de color castaño a caoba oscuro y aspecto untuoso, tiene un marcada nariz de oloroso, pero conjuga notas dulzonas como las de los frutos secos, y tostadas, como el turrón y el caramelo. En boca resulta goloso, de textura aterciopelada; con un dulzor equilibrado, un recorrido seductor y elegante y un regusto largo en el que se conjuga la sensación de dulzor con las notas típicas del oloroso. El Pedro Ximénez es un vino de color ébano más o menos intenso, con lágrima muy amplia y sensación visual de gran densidad. En nariz ofrece aromas extremadamente ricos, con predominio de las notas dulzonas de frutos secos tales como pasas, higos y dátiles, acompañados de aromas de miel y frutas confitadas, acentuándose con el tiempo de envejecimiento los tonos tostados (café, chocolate amargo y cacao) y regaliz. En boca resulta aterciopelado y untuoso, con una acidez que mitiga el dulzor extremo y la calidez del alcohol, y un final muy largo y sabroso. El otro vino dulce natural del Marco de Jerez, el Moscatel, ofrece en nariz las notas varietales características de la uva moscatel, pero pueden apreciarse también aromas florales de jazmín, azahar y madreselva así como notas cítricas como lima o pomelo junto con notas dulzonas. Su paladar presenta un dulzor sobrio, destacando los sabores varietales y florales, con un final ligeramente secante y amargo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario