sábado, 4 de diciembre de 2010

José María López-Cepero y la cultura de los humanistas

FRANCISCO FERNÁNDEZ GARCÍA- FIGUERAS


ACABO de recibir la dolorosa noticia de tu muerte. Me cuesta aceptar la realidad, más aún cuando veía casi a diario tus ganas de vivir rodeado del cuidado de tus hijos y estando siempre atento a todo cuanto significase cultura movido siempre por esa constante que sólo poseen quienes siguen manteniendo un espiritu joven porque no aparcaron nunca la curiosidad, ese motor necesario para seguir viviendo en plenitud.

Cruza por mi imaginación en este instante una visión diáfana de lo que fue tu vida.Tu profesión, tu familia, siempre la sonrisa de tu mujer inundando tu casa, el soporte y la comunicación tan fluida con tus hijos y de otra parte tu interés desbordado por la cultura universal.

Recuerdo tu dedicación a instituciones benéficas  y sociales durante muchos años en una labor callada y fructífera y tu presencia en la prensa local primero bajo el seudónimo de Crispín, con aquella gracia innata de tus versos tan ocurrentes y tan bien traídos que eran un mosaico para el más colorista disfrute de tus ávidos lectores. Mas tarde aquellas ‘Cartas a Zambia’ de las que recibías puntual información de tu amigo Cipriano.

Pero en este momento, triste y apesadumbrado de tu ausencia, yo quiero reencontrarme contigo en la Academia, de la que eras el mejor de los amigos, reconocido así públicamente por el pleno académico, porque quiero despedirme del humanista y de su cultivo de la erudición.

El humanismo es mucho más gesto y conducta que, en su sentido estricto, saber. Tú, José María, eras humanista por tu olímpica serenidad, por el regocijo y también por la resignación aristocrática de tu alma. Por ser, en fin, conscientemente bueno, impregnado siempre de nobles sentimientos, de aquellos que afloran en los impulsores de la civilización. La comprensión, la generosidad, la tolerancia, son los espacios donde mejor se desenvolvió tu existencia.

Estamos necesitados de humanistas, de cultura universal. Aparquemos por un instante la erudición y ofrezcamos el agua a la tierra seca de nuestra mismidad. Lección que nos ofrecistes en vida, y que hoy en esta despedida, a vuelapluma, recojo en mi pensamiento que supistes fundir tu saber en tu personalidad y que nos dejastes la lección en la fragilidad de tus últimos años de lo hermosa que es la fecundidad de un humanista.
Descansa en paz.

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