EN el siglo IX, cuando ya se estaban formando los reinos cristianos del norte, después de la infausta invasión de Hispania por la morisma bereber al mando de unos pocos jefes árabes y de algunos godos traidores, sufrió martirio Orosia (o Eurosia) en una cueva de los Pirineos no lejos de Jaca, de donde es patrona. (Me comentan que los marroquíes recién llegados a España andan propalando la especie de que fueron ellos, los marroquíes, los invasores de España. Es mucho imaginar: Hispania no es exactamente España, Al-Ándalus no es Andalucía y mucho menos España, ni Marruecos existía en el siglo VIII.) Como la falsedad histórica de unos inexistentes marroquíes conquistadores, es la hermosa vida de santa Orosia, princesa eslava que llega a España para casarse con el legendario Fortún Garcés, rey de Navarra que no reinó efectivamente, pues estuvo 20 años prisionero en Córdoba y cuando volvió, ya anciano, cedió la corona a su hermano, el regente, para ingresar en un monasterio.
La leyenda dice que enterados los moros de la llegada de Orosia y su séquito, compuesto por obispos, príncipes, infantas bizantinas, tesoros y regalos, asaltaron la comitiva, la robaron y mataron a gente muy principal. Orosia pudo huir y se refugió en una cueva donde fue hallada por un moro poco tiempo después. La belleza de la princesa enamoró al musulmán, pero ella rechazó las proposiciones deshonestas. Entonces le propuso venir con él a Córdoba para entrar en el harén de Miramolín, otro personaje legendario, lo que ella, como virgen cristiana rechazó horrorizada. En aquellas soledades pocas defensas tenía la muchacha, pero la virtud, amparada por los cielos, triunfa sobre la morisma infiel y sus torpes deseos. El moro no la podía presentar en el harén sin ser virgen, pero le propuso otras prácticas sexuales aberrantes propias de la raza mora. Orosia salía de un horror y entraba en otro.
Una fuerza sobrenatural la protegió de ser forzada. El moro le cortó los brazos para que no pudiera defenderse, desechada ya la idea de Miramolín; pero unos ángeles avisaron a unos pastores cristianos al son de campanas celestiales y el malvado moro huyó dejando decapitada a Orosia. Los pastores le dieron sepultura cristiana. Dos siglos después, expulsada hacia el sur la morisma, otro pastor recibió visita angélica para que avisara a un monasterio cercano de que allí estaba el cuerpo de una santa. El traslado de santa Orosia a Jaca fue un acontecimiento: las campanas de los valles empezaron a tocar solas y las autoridades y el pueblo salían a recibirlo en comitiva. La devoción a santa Orosia se extendió por España, Italia y América y los guerreros cristianos la invocaban cuando luchaban contra moros, hasta que al fin consiguieron expulsarlos al África, de donde nunca debieron salir.
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