jueves, 19 de febrero de 2009

El jerez es para comer... y para tapear

La valiente apuesta del Consejo Regulador por el maridaje en la mesa encuentra reticencias entre algunas bodegas, que creen que se dedica demasiado esfuerzo a una iniciativa que no acaba de cuajar

El Consejo Regulador del vino realiza anualmente una apuesta muy importante por promocionar los caldos de Jerez -y la manzanilla, como le gusta apostillar al presidente de la institución, el sanluqueño Jorge Pascual- ligados a la gastronomía. Esta apuesta ha sido, sin duda, uno de los grande sellos de los cinco o seis últimos años de la institución, ligar el jerez a la mesa, que se 'comporte' como un vino con todas sus consecuencias. Esa estrategia del Consejo -que a este humilde cronista le parece acertada en líneas generales- contó con el apoyo o coincidencia de algunas campañas. Ahí está, por ejemplo, la famosa campaña del 'Tío Pepe' como uno de los mejores vinos del mundo en el que se le comparaba con el sushi y quedaba claro que el fino era un perfecto compañero de viaje para la comida japonesa, haciendo referencia a que se trata de 'uno de los platos más bonitos del mundo' o el convencimiento de Domecq Jerez (por entonces todavía Allied) de que el futuro de los vinos de Jerez estaba en los maridajes, como quedó más que patente en la presentación del nuevo etiquetado y la nueva botella de los vinos VORS de la casa (51-1ª, Venerable, etc). Fueron varios los restaurantes que en aquellos tiempos decidieron poner en su carta menús maridajes en los que se demostraban las posibilidades gastronómicas de los distintos tipos de vino de Jerez, desde las ya sabidas del fino y la manzanilla con aperitivos, mariscos y pescados a las novedosas propuestas de olorosos acompañando carnes. Durante todo este tiempo el Consejo se ha mantenido firme en su apuesta y ha pergeñado propuestas muy interesantes, sin duda, como su certamen internacional Copa Jerez, su presencia en Madrid Fusión, las continuas referencias de los grandes cocineros -Arzak, Adriá- al vino (y al vinagre) de Jerez o sus maridajes más o menos bendecidos con delicatessen como el caviar de Riofrío o la Torta del Casar (queso), igual que los esfuerzos que se han realizado para ligarlo a la comida oriental (campañas en China y Japón), en buena medida apoyándose en la amplia versatilidad que permite una gama tan amplia como la que tiene el vino de Jerez.

Pues bien, una vez expuesto todo esto, cada vez son más las bodegas que se preguntan si el camino emprendido de ligar el vino de Jerez a la mesa es el adecuado, igual que todo el esfuerzo (léase dinero) que se ha metido en ese afán. Realmente no ha pasado nada que haga que ahora sea el momento de replantearse esta estrategia, nada más allá del tiempo transcurrido y, probablemente, el actual período de crisis. Está claro que estas campañas poco impacto han tenido en las estadísticas de ventas (a no ser que se haga una visión muy positiva y se afirme que han ayudado a que bajen menos) y tras dar el beneficio de la duda en el arranque de la propuesta (es cierto que se creó una importante expectación) son varias las bodegas que creen que el jerez siempre ha sido un vino de aperitivo y postre y que no tiene mucho sentido que una denominación histórica ande reposicionándose y preguntándose continuamente quién es. Tampoco proponen volver a los tiempos del 'TuUpperitivo', pero sí dicen que "hacen diez años le estábamos diciendo al consumidor que éramos un aperitivo". Otras fuentes consultadas afirman que, efectivamente, el jerez ha creado un cierto run-run entre profesionales con su apuesta gastronómica, pero que probablemente ese esfuerzo no ha calado más allá de determinadas elites, desde luego no entre el público generalista.

¿Mi opinión? Ufff. Comparto las propuestas que se desarrollan con finos, manzanillas y amontillados, pero no tanto los olorosos con una carne roja, sobre todo si no tienen salsa. Pero eso es solo una opinión personal y, como tal, no cuenta.

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