viernes, 13 de marzo de 2009

Mujeres militares

BEGOÑA GARCÍA / GONZÁLEZ-GORDON 

UNA amiga mía tiene una hija militar. Creo que tiene poco más de 25 años, y está destinada en Kosovo. O "destacada" como se dice en el lenguaje militar. En un pequeño valle, muy pobre, donde no hay agua corriente, pasan la mitad del día sin luz eléctrica, y por lo visto no hay mucho problema entre serbios y albaneses.

Todo esto lo sé porque le pidieron que escribiera una colaboración para una revista del cuerpo. ¿De qué escribo? De lo que quieras, de las mujeres en el ejército por ejemplo. Venga, vale, buena idea. Y va ella, y escribe un artículo que se titula, y trata, precisamente, sobre por qué NO se debe escribir sobre las mujeres en el ejército. 

Lo tiene clarísimo. Cuenta que cuando entró en la Academia, con 18 años, tenía un poco de miedo. Pero ni más ni menos que sus compañeros hombres. La única ley de cupos era el hecho de que, de los 100 que ingresaron, 6 eran chicas. Allí, nada de discriminación positiva. Cuando tenían que patear kilómetros y kilómetros, cuando se perdían (por igual) en "las topográficas", y cuando dormían "por binomios" en las tiendas, no había discriminación que valga."No veas como roncaba mi binomio", dice con mucha gracia. 

Tanto a la hora de mandar, como a la de recibir las ordenes (que de eso lo militares saben un rato) allí son todos iguales. A ella le obedecen "como al mismísimo coronel", dice. Y dice también que "ya, sobra" eso de insistir en el tema mujer y ejército. Le molesta un montón que le hagan una entrevista, o la hagan asistir a un acto o a un viaje, por el simple hecho de ser mujer. "No somos, ni más ni menos, que un jefe más para nuestros subordinados, un compañero más para nuestros iguales y un subordinado más para nuestros jefes. Las más ofendidas por ser tratadas de forma diferente, incluso al recibir privilegios, somos nosotras mismas. Si hemos de destacar que sea únicamente por nuestro trabajo".

Me encanta oír este ruido de sables contra el feminismo trasnochado.

Quién me iba a decir que el necesario cambio de mentalidad, la verdadera equiparación entre hombres y mujeres, iba a venir, precisamente, de los militares.

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